El río Uruguay, un patrimonio de contrastes que atrae miles de turistas a sus costas

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El quinto río más caudaloso de América del Sur está rodeado de destinos con una gran complejidad biogeográfica, social, cultural y ambiental. Una agenda de fiestas populares, playas en cada rincón, los reconocidos carnavales, y actividades deportivas y culturales muy diversas, convocan a conocerlo, disfrutarlo y protegerlo.

En sus cerca de 450 kilómetros de costa entrerriana, los pueblos tienen en común el amor por el río Uruguay y mantienen el desafío diario de encontrar un equilibrio entre el desarrollo y la conservación, a sabiendas que la naturaleza y la herencia cultural van de la mano con la vida citadina, y que el agua no es sólo un recurso, sino también un patrimonio que atrae miles de turistas.

El río Uruguay, el quinto más caudaloso de América del Sur, encuentra en la provincia de Entre Ríos una región de contrastes, ya que funciona como una frontera que une, como un movimiento económico con actividades en las que no importan los números, como un afluente que es el mismo pero a la vez distinto en cada rincón, como un lugar donde se cruzan historias, colores e identidades que convocan a conocerlo, disfrutarlo y protegerlo.

Los complejos termales en 16 ciudades, una agenda de fiestas populares muy variada, playas en cada rincón, los reconocidos carnavales, y actividades deportivas y culturales muy diversas, hacen de Entre Ríos un lugar que se puede visitar todo el año.

A través de la autovía nacional 14, rutas provinciales y caminos rurales, se puede llegar a la aventura o la tranquilidad -según los gustos- de ciudades reconocidas mundialmente y otros destinos poco conocidos, cada uno con una gran complejidad biogeográfica, social, cultural y ambiental.

Termas de Punta Viracho, a orillas del lago de Salto Grande, en Concordia.

Es imposible recorrer en pocos días el abanico de atractivos que ofrecen, pero quienes conocen y viven allí, aseguran que si no se cuenta con mucho tiempo de vacaciones, un fin de semana largo permite -al menos- descubrir una microrregión sobre el río.

Algunas importantes son la “Salto Grande”, que conforman Federación, Concordia, Salto (Uruguay), Chajarí, Santa Ana y Villa del Rosario; y la “Tierra de Palmares”, ubicada entre Colón, San José, Villa Elisa, Liebig, Ubajay y San Salvador.

Festivales de todo tipo, ferias gastronómicas y eventos culturales llenan la agenda anual, que se combina con el turismo de reuniones y actividades deportivas.

El agua ofrece un sinfín de oportunidades para la práctica de deportes acuáticos como kayak, vela, remo, windsurf, navegación a vela, esquí acuático y natación.

En tierra firme, los campos de golf, las canchas de tenis, el vóley playero, el ciclismo y competencias importantes como el TC 2000 (la primera fecha del año será el próximo fin de semana en Concordia), son opciones para aquellos que prefieren actividades deportivas fuera del agua.

Quienes nacieron al lado del río no imaginan una vida sin él. Cuando termina la jornada laboral, o cuando “hay un rato” para compartir el mate, una comida o simplemente una charla, hacerlo frente al agua “es el plan ideal”.

“El río está al alcance de la mano, en cualquier momento y día vamos y se puede contemplar el atardecer, el cielo, las estrellas sobre el agua, que nos llega al corazón porque para nosotros es esencial”, explicó a Télam Leonardo Schey, vicepresidente de la Cámara Entrerriana de Turismo (CET) y conocedor de la costa de Concordia, su ciudad.

Además de polo turístico y económico, el río también funciona como ecosistema y hogar de una amplia biodiversidad de flora y fauna, amenazadas por la mano y contaminación del hombre y el cambio climático.

Su costa alberga al 5% (unas 500) de las más de 9.500 especies de aves que existen en el mundo, y es la causa del nombre Uruguay, que proviene del guaraní y una de sus traducciones más aceptadas es la de “río de los pájaros”. Para dimensionar la importancia que este río tiene en la avifauna mundial, todo el continente europeo registra unas 550 especies.

Esa amplitud de aves, muchas con un alto nivel endémico (que sólo viven y se reproducen en el lugar), acompañan los amaneceres, atardeceres y el reflejo de la luna en el agua con sus cánticos particulares.

El Uruguay es el principal moldeador de los suelos de su cauce, condicionando la posición y altura del suelo, con predominancia de la llanura levemente ondulada, y algunas zonas de afloramientos rocosos.

En tanto, su cuenca tiene una superficie de 360.000 kilómetros cuadrados, casi cuatro veces el territorio de Portugal (92.000 km. cuadrados), y más grande que toda Alemania (357.000) o Italia (302.000).

Allí conviven más de 120 especies de peces, como el dorado, patí, surubí, sábalo y boga, y es considerada una de las áreas de mayor biodiversidad de peces, lo que hacen del río un lugar predilecto para la pesca deportiva con devolución, siempre con guías habilitados.

También residen animales como carpinchos, tortugas de agua, serpientes, gato montés, lobitos de río y el aguará guazú, especie que se encuentra en peligro de extinción y del que se estima que existen cerca de 700 ejemplares en todo el país.

El paisaje de agua se complementa con más de 110 especies de árboles y arbustos, un gran santuario de variedad gracias al aporte de diferentes corrientes florísticas, entre ellas las chaqueña, pampásica y la subtropical que llega desde la Mata Atlántica brasileña.

Con las raíces en contacto directo con el agua se ubican bosques de sauces, palos amarillos, mata ojos y laurel de río, y sobre suelos húmedos permanecen ejemplares de arrayán, guayabo, viraró, palo cruz y mora, entre otros.

En zonas más alejadas del agua, con más luminosidad y suelos bien aireados, se ven espinillos, cedrón, tala y cina cina, mientras que en costas más altas -con suelos arenosos y rocosos- hay palmares de yatay, ñandubay, algarrobo negro, quebracho blanco, espinillo, carne gorda y manatí.

Muchos tienen efectos medicinales, y fueron utilizados por pueblos originarios como los chaná, que contaban con una gran sabiduría sobre hierbas y tenían uno de los mayores herbarios con virtudes, simbología y propiedades ocultas de cada una.

El lecho del río presenta rápidos a modo de escalones, el mayor de ellos -el “Salto Grande”- ocupa todo el ancho del cauce, y desde 1978 se emplazó allí una represa hidroeléctrica, por lo que la zona perdió la dinámica natural e incluso obligó a cambiar de lugar a tres ciudades enteras (Federación, Belén y Constitución, las dos últimas en la República Oriental del Uruguay).

La economía regional depende fuertemente del río, al utilizarlo como fuente de energía hidroeléctrica, como riego para cultivos, y para la navegación comercial.

En los puertos internacionales de Concepción del Uruguay e Ibicuy, desde donde se exporta madera de Entre Ríos y Corrientes, entre otros productos, más de 30 buques llenaron sus cargas en 2023, la mayor actividad registrada en los últimos 25 años.

Además, el río permite una de las pescas comerciales más importantes de la zona, y un turismo que se erige como la mayor fuente de ingresos para las comunidades ribereñas, que promueven el desarrollo económico sustentable.

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En casi 450 kilómetros de costa entrerriana, el río Uruguay es un patrimonio de contrastes que atrae miles de turistas.

A lo largo de la historia, las tierras aledañas al río Uruguay han sido habitadas por diversas comunidades, desde pueblos originarios y jesuitas, hasta colonizadores europeos que llegaron en el siglo XVI e inmigrantes siglos después, y cada uno dejó su marca en esa tierra fértil.

Esa mezcla impregnó la región de una rica herencia cultural que se puede apreciar en la arquitectura, gastronomía y festividades de la zona.

Los originarios no lo usaban como frontera: tomaban la dinámica fluvial para elevar lugares y aislarlos de crecidas, los ríos eran rutas de comunicación y comercio, y entre los montes nativos y humedales escondieron un patrimonio vivo, tangible e intangible de sus formas de vivir, que se tratan de salvaguardar y proteger.

Para ello se avanza en la creación de áreas protegidas, programas de educación ambiental, y otras medidas de prevención, mitigación y adaptación.

En 1997, el pueblo entrerriano realizó múltiples reclamos y logró que se sancione la Ley provincial 9092, conocida como “La ley anti represas”, la primera en el mundo que prohíbe la creación de nuevas represas, y declara a los ríos y cursos de agua “bienes de la naturaleza”.

En un mundo actual en el que irrumpió la IA y los lentes que interponen tecnología entre el ojo humano y la naturaleza, la costa entrerriana del río Uruguay recuerda la importancia de preservar y valorar este entorno natural.

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