Ricardo “Coco” Niz: un concordiense que pasó de vivir en la calle a crear una cooperativa ecológica

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Ricardo "Coco" Niz también es un hombre de profundas creencias.
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“Veo que se dice mucho y se hace poco. Yo decidí crear un programa de comunicación con acción. Yo te hoy te cuento el cuentito y mañana estoy en la puerta de tu casa buscando lo reciclable. Mi idea es convencerte de que vos me podés ayudar. Simplemente entregándome adecuadamente los residuos y también intento potenciarte diciéndote que vos erradicando el tirar, generás empleo”, asegura Ricardo “Coco” Niz. 

Pocos estudian para cambiar su vida a partir del reciclaje. Ricardo “Coco” Niz lo hizo a mucha honra. Pasó de estar en situación de calle a ser cooperativista, promotor ambiental y gerenciar la Cooperativa de Reciclaje El Correcamino. La historia de trabajo y esfuerzo de un concordiense crecido en un colegio de curas , donde albergaban a unos 600 pibes huérfanos, en Colonia Yeruá (hoy municipio de Estancia Grande, en el Departamento Concordia). Allí mamó la cultura campera y hasta hoy se siente agradecido por los buenos valores que aprendió y por no necesitar de salir a robar, ni de las drogas para ser feliz.

Su vida no fue nada fácil. Cuando cartoneaba en 2001 debía mantener a cinco hijos, o lo que él denomina ‘cargar responsabilidades humanadas’, y garantizarles un plato de comida, salud y educación. Sus ganas de desarrollarse en un oficio cambiarían su destino en los años venideros.

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Tras arribar a Buenos Aires desde el Departamento Concordia, Ricardo “Coco” Niz vivió en las calles del barrio de Once.

Ahora su liderazgo de El Correcamino le ha permitido vincularse con empresas públicas y privadas, y con ellas participar de acuerdos que fomentan la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente. Uno de estos acuerdos, firmado con ENEL y Edesur, está facilitando la economía circular en una escala en que beneficia a unos 150 actores diferentes: familias de recicladores y empresas y miles de vecinos de la Ciudad de Buenos Aires. Parte del acuerdo que firmó El Correcamino con Edesur consistió en realizar una instalación eléctrica interna y externa para conectar dos máquinas compactadoras de residuos.

De Entre Ríos a Once

Coco -como cariñosamente le llaman- creció en un reformatorio en Colonia Yerúa (Estancia Grande), una pequeña municipalidad del noreste de Entre Ríos.

Coco aprendió los oficios rurales, pero en aquellos tiempos la educación de los curas era muy rígida, salvo cuando llegaba de visita el obispo, dice. Y cuando andaba por los 13 años decidió fugarse de ese colegio de huérfanos llamado Juan XXIII y buscar su libertad. Jamás les guardó rencor a los curas porque gracias a ellos salió “todo terreno”, cuenta.

Recorrió muchísimos caminos de la Argentina, pero no vagando sino trabajando de “mencho” por los campos. Fue pialador, castrador, alambrador, ordeñador. Anduvo cosechando naranjas y hasta resina en un pinar. Fue cacharrero en Colonia Liebig para una famosa yerbatera, y colero en los arrozales. “Menos de chorro hice de todo”, dice.

Tuvo buena habilidad para el fútbol y jugó en un club importante. Pero un día del año 1977, pasados sus 20 años, llegó en tren a Buenos Aires apenas con lo puesto

Llegó una tarde de invierno, sin conocer a nadie, sin dinero, sin lugar para dormir. Literalmente ‘en la calle’. “No recuerdo ni el día, ni el mes ni la hora. Solo que hacía frío. Y sé que fue el ’77, porque un año más tarde se celebró el Mundial de fútbol de 1978”.

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Ricardo “Coco” Niz durmió ocho meses en el cementerio de La Chacarita.

En las inmediaciones del Cementerio de la Chacarita, Coco encontró un espacio para descansar. No puede precisar si estuvo semanas o meses, lo único que recuerda es que un día decidió caminar y llegó al barrio de Once. Durmió ocho meses en el Mausoleo de Bernardino Rivadavia en Plaza Miserere; allí cocinaba y tomaba mate con otros compañeros. Por entonces era obrero de la construcción en el ferrocarril.

Cambio de vida

Pero la situación que le cambiaría la vida llegó meses más tarde, cuando viviendo debajo de un puente en Villa Crespo, una monja que le daba catequesis –en ese mismo lugar- le propuso ir a la escuela. “Accedí a cambio de que ellos me dieran la vianda para mis hijos. A partir de ahí empezó mi libertad”, dijo.

Coco leía todo lo que caía en sus manos hasta que un lunes, escarbando basura en un contenedor, encontró una revista que hablaba de cooperativas. «La guardé y la llevé para mostrar a las 43 familias con las que vivía en el puente. Se las leí y les expliqué que esa era nuestra esperanza».

“Si tengo que definirme soy un rebelde pacífico. En vez de cortar la calle, me armé un proyecto para cortar con el vicio de abusar de las personas vulnerables cultural y materialmente como Coco Niz. Decidí enamorar a la gente, así de sencillo”.

Aunque no estaban muy convencidos, sus compañeros firmaron para crear la Cooperativa y ahí se abrió la segunda puerta de su vida. «Primero fue la escuela y luego la posibilidad de trabajar y ganar un salario». Desde entonces, con esa idea y un curso en Gestión de residuos y una Tecnicatura en Higiene y Seguridad, creó El Correcamino, en el barrio porteño de Barracas que hoy alimenta a 53 familias y recolecta casi 50 mil toneladas anuales de residuos ya clasificados: vidrio, aluminio, papeles, plástico, plomo, cobre y electrónicos.

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Ricardo “Coco” Niz y una pausa en el trabajo de reciclaje.

Unos cuantos años pasaron hasta lo que es hoy El Correcamino. Una cooperativa de reciclaje, situada en el barrio de Barracas, en la capital de Argentina, que le da de comer a casi 50 familias y proyecta en un futuro llegar a 100. Vende 35 toneladas de materiales reciclados por mes y afirman que quieren duplicar esa cifra.

Con el tiempo fue sumando grandes clientes como Direct tv, el Hotel Faena, Sap, Unilever y Aeropuertos2000, entre otros, para la recolección de la basura que generan en sus oficinas. Por otro lado, realizó numerosas alianzas y trabajo en conjunto con otras instituciones, como Santander que le permitió bancarizar el servicio y a sus empleados.

 “No soy un fusible fácil de quemar. Yo me resisto a la adversidad. Hasta ahora, materialmente, Coco no logró nada, pero sí comunitaria e institucionalmente. Yo creo en la institución al servicio de la comunidad. Lo mismo que hago con el carrito ahora lo hago con la cooperativa. Hay que terminar con las excusas”.

De indigentes a contribuyentes:

Coco se autodenomina indigente. «Es lo que nos tocó. Vergüenza me daría ser delincuente. Por suerte, reciclando basura he podido mantener a mi familia y sacar a mis hijos adelante. El Correcamino es la devolución a toda esa gente que pagó impuestos para que yo estudiara y que ahora permite que nosotros paguemos impuestos como contribuyentes para que los niños que están en la misma situación que nosotros hace años estudien y vayan al colegio».

Hoy pagan IVA, Ingresos Brutos y Ganancias. Todos los integrantes están bancarizados. Y Coco ya está empecinado en que todos tengan obra social y hasta ya están proyectando construir 192 viviendas en dos manzanas. Hoy se llaman “Promotores Ambientales” y dan charlas a empresas de cómo separar sus residuos, y les retiran cartón, metal, vidrio, plástico y ocho materiales más.

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Los primeros pasos de Coco en Buenos Aires fueron en Chacarita.

El Correcaminos en cifras

Coco está satisfecho de haber creado una estructura que le permite trabajar para mantener a los suyos y a otras 46 familias más de recicladores. Cada miembro, incluido él, tiene una función dentro de la cooperativa y sus tareas abarcan el reciclaje de hasta 20 tipos de residuos diferentes.

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Parte de los integrantes de la cooperativa El Correcaminos.

«Acá trabajamos todos. Las tareas las asignamos según las capacidades de cada uno, de manera que no quede nadie sin participar. Fomentamos el trabajo colaborativo, la inclusión y el reconocimiento del otro», asegura Coco.

Su horario de trabajo es de 5 a 14. Dividen sus tareas en cuatro funciones: Atención al cliente, Logística, Separación de la basura en origen (clasificación, stockeado y enfardado) y Ventas. En plena Pandemia están con poco trabajo, pero no parados. Para vender sus materiales deben juntar como mínimo diez toneladas, y ahora les está costando alcanzar ese volumen.

Pero, Coco va por más y sueña con agrupar a 5.000 cooperativas de todo el país para que muchos de sus paisanos que están en la marginalidad puedan tener un trabajo digno en vez de planes y acceder a una vida con salud, techo y comida. Es que Coco está lleno de esperanza.

Hoy, Coco tiene 12 hijos, ocho nietos y una bisnieta. Varios de sus hijos son independientes y trabajan en distintos oficios. Otros están junto a él en la cooperativa.

Detalle de los materiales que trabajan

alt="en la imagen puede verse el detalle de los materiales que trabajan"

Derivados vegetación

Papel

Cartón

Revistas

Diarios

Libros

Derivados Minerales

Cobre

Bronce

Aluminio

Chatarra (metal ferroso y no ferroso)

Derivados Plásticos

Pet Cristal

Pet Verde / Celeste

Pet envases de aceite

Soplados (envases lavandina, detergentes, aceites, desodorantes de ambiente)

PVC

ABS

Derivados aluminio

Aerosoles

Metales ferrosos

Otros

Vidrio

Poliestireno expandido (telgopor)

Residuos electrónicos

Coco toca la guitarra. Un día, el arquitecto Pedro Galuzzi conoció a Coco, a su cooperativa y al lema que los sintetiza, y escribió esta canción que se volvió el himno de la misma: “Tu basura es mi tesoro”.

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